domingo, 3 de abril de 2016
Reflexión
Las profundidades de la tristeza son alcanzadas a través del falso reflejo de la alegría, llámese ropa, drogas, dinero o cualquier otro artificio creado por el ser humano para volverlo más decadente. El problema parece residir en la angustia inherente a los nulos esfuerzos por alcanzar la felicidad, a toda costa. La estupidez y la frivolidad sugieren ser las causantes del aumento de la popularidad de cuestiones vacuas como el mantenimiento de una imagen acorde a los estándares de belleza occidentales; la digitalización de falsas personalidades a través de redes sociales; el confuso discurso de igualdad que sirve de excusa para no debatir, analizar y cuestionarse problemas inmediatos e inherentes a ello; la comunicación inmediata ha dejado de beneficiarnos para aislarnos más creando la ficción de compañía y empatía, ambas inexistentes al momento de interactuar cara a cara con otro ser humano. Las redes se saturan con listas que prometen pasos sencillos para realizar cualquier acto o para combatir cualquier mal. La introspección es inexistente inclusive si se utilizan drogas para ello puesto que, en los tiempos en los que me ha tocado vivir, la felicidad es el argumento más falaz que puede existir.
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