Querida mía:
Me encuentro, nuevamente, en un cuartucho de algún hotel olvidado por la limpieza, el orden y la luz; ya sabes, como yo: un caos completo. Creo que son estos momentos de completa soledad los adecuados para recordarte e imaginarte con todo lo que le resta a mi cerebro de tu amor y tu ternura para salvarme de toda la pestilencia que me obliga a refugiarme en tus antítesis. Sé que probablemente jamás leas esta carta...¡qué digo! ¡JAMÁS LA VAS A LEER! Pero me importa un carajo escribirle a tu olvido; así sé que, por lo menos, quedará en alguna parte muerta en ti que resucitará en algún momento cuando escuches buena música, cuando veas al paisaje mientras vas en el bus o simplemente cuando veas a todos tus cielos y te preguntes: ¿qué es esto que siento encerrado en mi pecho? No es ni un pajarito azul/Bukowski y peor aún algún corazón coraza/Benedetti...soy yo, el que tanto te duele y no quieres dejar ir.
Soy el mismo: soy otro.
Si es que aún respiro, te escribiré, melancolía.
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