sábado, 7 de mayo de 2016

El último turno

Eran las 19h37. Había llegado a la Plaza Indoamérica, agitado, después de caminar desde la Facultad de Artes. El último bus, "Águila Dorada", según el vox populi de los barrios la Ofelia, la Kennedy y la Rumiñahui, pasaba, en su último turno de centro a norte, a las 20h00. Desde la Indoamérica hasta la Juan León Mera se hacen, a paso de desesperado, unos 10 minutos. Aceleró y calculó el tiempo con "The Call of Cthulhu"; casi 9 minutos. A la Juan León Mera llegaron, a las 19h45, pero dirigidos desde lados contrarios: en sentido norte-sur, Ernesto Donoso, arquitecto de origen ibarreño de 47 años; salía del Hotel Hilton Colón después de una reunión fallida con su amante, a la cual Donoso acudió borracho gracias a los tragos de la tarde que tomó con un colega; en sentido sur-norte, Roxana Preciado, quiteña de 30 años, estudiante de derecho de la PUCE; recién salía de su universidad cuando escuchó un grito muy agudo desde su facultad; no le prestó atención y se marchó de ahí.
19h45, curvaba a la Juan León Mera por la Jorge Washington. Al ver al hombre y a la mujer llegando a la parada, presintió, que también serían sus compañeros de viaje. 19h47, pasaban simultáneamente dos buses Ca-tar y ninguno de sus anónimos acompañantes hizo señal para que se detuvieran. 19h52, Donoso buscaba su media cajetilla de cigarrillos Belmont en la solapa izquierda de su camisa blanca manchada por el vino tinto que su amante logró derramar antes de marcharse indignada. Encendió un cigarrillo y lo inhaló en una pitada pequeña, nerviosa y cargada de remordimiento. 19h55, Preciado jalaba las mangas de su chompa negra, para, al parecer, protegerse más del frío. 19h57, llegando desde la Av. Patria se podía ver como lentamente avanzaba el "Águila Dorada", exhausta de todos los vuelos del día. 20h00, Donoso hace la señal de parada y abordan el bus las tres primeras personas del último recorrido. Al subir al bus, como de costumbre, se sentó en los asientos finales. Observó que, aunque totalmente vacío el bus, Preciado escogió sentarse al lado contrario de donde él se encontraba. Donoso estaba igualmente en su lado contrario, pero a tres puestos de distancia. Empezó a registrar a la mujer de reojo. Su estatura, aproximadamente 1,60 m., cabello negro largo y tez clara. Lo que le pareció raro fue que, cada tres segundos, pues los contó, la mujer ajustaba su manga derecha mientras miraba fijamente adelante, directamente hacia Donoso. Pensó que el cortejo con ella sería imposible en ese punto. Al pasar por la Plaza Foch, y mientras subían otros tres pasajeros, Preciado continuaba con sus ojos fijos en Donoso. Intuyendo algo un tanto sospechoso, prefirió mantener silencio y escuchar el ambiente del bus. La música de fondo era  "Don't You Want Me" de The Human League. Preciado sonrió lentamente mientras de su manga izquierda sacaba una navaja de bolsillo de las que se accionan al apretar un botón que revela la cuchilla. Tarareaba la canción mientras hacía bailar a la daga en su mano al vaivén de  "don't you want me, baby?". Pensaba que se trataba de una actitud rara, pero le resultó más perturbador al ver como, entre cada vaivén de su mano, Preciado se relamía los labios ansiosamente. Pasando la Av. Colón, Roxana Preciado se levantó bruscamente de su asiento y se dirigió rápidamente hacia el arquitecto Donoso. No podía creerlo. Con movimientos de brazo totalmente mecánicos, Preciado apuñaló a Donoso en el cuello repetidas veces. Su cuerpo respondió al instinto natural de supervivencia y, al ver el acto realizado de manera brutal, rápida y fría, corrió hacia la puerta de entrada del bus, junto con los otros tres pasajeros, el chofer y la azafata, para escapar. No podía irse del todo. Permaneció fuera del bus el tiempo necesario para observar cómo Preciado, tras las puñaladas, decapitaba a su víctima. Jamás podrá olvidar el momento en el que, sin ninguna expresión en el rostro, Preciado mostraba a su público la cabeza cercenada del difunto arquitecto. Acto seguido, Preciado empezó a canibalizar a su trofeo. Primero extrajo los ojos. Mientras los masticaba, cortaba la nariz y las orejas de su gran filete humano, para luego devorarlos de manera titánica, al igual que lo hizo Cronos con sus hijos. Terminado el festín, ya saciada, Preciado se sentó al lado del cadáver. Colocó su cabeza contra el espaldar y, cerrando sus ojos, empezó a buscar en los bolsillos de su chompa negra lo que sería su último bocado: los pezones rosados de su compañera, Silvia Domínguez, de 23 años, quien fue torturada y canibalizada por Preciado la misma noche.

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