sábado, 14 de mayo de 2016

La gran experiencia ochentera

Una fiesta disco ochentera gobernada por falsettos vibrantes entre el recorrido pausado del bajo, con teclados electrónicos que inventan cierto baile clavado en la espina dorsal de cada persona en el Capitol Theatre, resulta el simple preludio para el verdadero comienzo a la fiesta: un señuelo directo al groove de la noche. Pequeños aullidos de lo que próximamente se presentía como el nacimiento de un lobo en una noche inyectada de las punzadas adecuadas de cierto doctor Fink: un cirujano que operaba con gafas oscuras. Las luces negras nos envolvían en el frenesí del baile gobernado por un impaciente ambiente de explosión. Algo más nos comunicaba su guitarra: una Fender telecaster amarilla. Se posó en lo alto de su altar de parlantes para improvisar el inicio de una nueva orgía con todos nosotros, sus asistentes. Los pequeños presagios fueron intensos, ya surtía efecto la imaginación, pero gobernada por delirios de goce, de placer supremo. Ya se incorporaban los inventos de Hoffmann en los pequeños y sordos roces cósmicos de sus manos con su guitarra. Nadie pensaba que desde las verdaderas raíces de las cuerdas, surgieran tantas voces nuevas, tanta paz y ecos cargados de nirvanas, de nuestra absolución, de cada, cada poro de nuestra piel, que era suya. Me pareció verlo hablar consigo mismo mientras paseaba por su cerebro la luz blanca de la acción instintiva; perverso, nos hizo el amor mientras ponía saliva en el brazo de su guitarra. Eyaculó su última nota. Durmió. Fue nuestro amante con su revolución.
Prince - I Wanna Be Your Lover - 01/30/82 - Capitol Theatre

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