Camino, me detengo, tomo un largo respiro y me vuelo la cabeza de un solo tiro.
Camino, me detengo, respiro profundamente y me lanzo del piso más alto del edificio más vetusto de la ciudad.
Camino, me detengo, enjuago mis lágrimas y me corto las venas de manera vertical, de arriba hacia abajo, en un sólo tirón, porque horizontalmente representa una niñería, una aproximación a la muerte demasiado cobarde y simplona.
Camino, me detengo, me estiro y me preparo para hacer salto base desde el precipicio mudo, sin ecos, sin sonidos que comuniquen mi destino último: papilla humana para que Metinides me pueda tomar una buena foto.
Camino, me detengo, veo a ambos lados, vienen dos carros en direcciones contrarias, posiblemente a destinos inciertos, como el mío ahora que cruzo cerrando los ojos esperando rebotar contra el asfalto, o mejor, esperando quedar incrustado entre los metales de quienes me acompañarán al vacío.
Camino, corro desesperadamente inflingiéndome una taquicardia; dale, maquinita, desespérate, ahógate, retumba en tu jaulita de barrotes de hueso, desespérate y trata de escapar, mantente quieta de una buena vez.
Camino, camino debajo de escaleras, rompo vidrios y me junto con los gatos negros para ver si la muerte se anima a llevarme de la mano de su hermana destino.
Camino, camino, camino, camino, camino, camino, camino, camino, corro, corro, corro, lloro, lloro, grito, grito, agito mis brazos más rápido que un colibrí intentando escapar de la prisión terrestre que me retiene de mi bóveda celeste, me detengo, continúo llorando, grito a todo pulmón en el rincón más alejado de mi memoria: ¡DESPIERTA DE UNA BUENA VEZ!
Me levanto, estoy empapado en sudor, hay mucha agitación y no es ni Sandro ni Jerry Lee Lewis quienes tocan el frenético rock n' roll, es mi corazón que me sugiere continuar adelante, es mi cerebro que se aprisiona debido a mi pasividad, soy yo, que quiero vivir.
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