Estómago repleto de vómitos existenciales
que se agrupan en la garganta a manera de gritos sin salida
un gato negro reposa en el tejado sin techas
y el zinc convierte su cuerpo en la división ideal entre
lo que nunca se puede llegar a ser y lo que inevitablemente se es
pedazos de un cementerio que veo ahora en el horizonte
mi norte implacable y sin sucesión alguna más que su propia infinitud.
El cielo escupe luz por todos lados
siento calor a pesar de que el viento corre sin descanso por la terraza
me encuentro al borde de la misma intentado imaginar
si es posible incendiar toda la ciudad con el cigarrillo encendido en mi mano izquierda
un gran incendio visto desde lo más profundo de mi vacío.
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