sábado, 15 de octubre de 2016

El exiliado

La noche nos hace vernos más vulnerables y nuevos. La bruma recorre las calles como uno quisiera poder recorrerlas: en secreto, lentamente avanzando hacia la nada, sin rumbo alguno. Los perros aúllan anunciando a un nuevo muerto, las ambulancias chillan frenéticas esperando, en el vértigo, salvar a quien está al borde del precipicio. Compro media cajetilla de Marlboro rojo y un encendedor en la tienda que se encuentra cerca de donde acaban de recoger al futuro cadáver. $2,20. No representa ni la centésima parte de la ganancia de esta noche. Bueno, una cerveza tampoco estaría mal. $1,15 por una Club verde en lata. "Lastima lo de ese chico" me dice el tendero mientras me acerca la lata de cerveza entre las rejas de su tienda. "¿Por qué?" "Iba a viajar esta misma noche fuera del país." "¿Algún lugar en particular?" "De lo que sé, a la Argentina. Dicen que quería visitar el faro del fin del mundo. Supuestamente la gente va allá para dejar toda su tristeza." Le doy un gran sorbo a la Club verde con mi mano derecha. Enciendo un cigarrillo y le doy una pitada pequeña. "¿Y qué tristeza sufría?" ¿Cómo que tristeza?" "Sí, qué tipo de tristeza tenía. La puede haber de varias formas: económica, física, sentimental..." "En realidad, creo que la tristeza de ese chico era incurable. Desde siempre fue triste. Su familia y amigos no entendían porqué se guardaba tanto dentro de él. Quizás se sentía un perpetuo exiliado. ¿Usted no se ha sentido así alguna vez?" Una patrulla pasa a toda prisa por la calle. Le doy otra pitada al cigarrillo y me tomo entera la cerveza, de un sólo sorbo. Con mi mano izquierda saco un billete de cinco dólares del fajo de quince mil que me pagaron por asesinar a ese chico. Siento mi pistola. Está tibia. "Al final, todos resultamos ser extranjeros." "Tiene razón, pero no todos nos ganamos el derecho al destierro." Miro fijamente al tendero. "Deme una de Norton...no, mejor dos." "Como guste, joven." Enciendo otro cigarrillo y abro rápidamente la botella. Mientras camino por la calle hacia ningún lugar; sé que en el trayecto, en silencio, me acompaña el alma del exiliado.

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