Has muerto.
Ahora,
todo lo que te rodea es
un vacío infinito,
oscuro,
que se extiende hasta donde se lo permita
tu miedo
tu rencor
tu egoísmo.
Has muerto.
Tu metamorfosis
se quedó en etapa de capullo (ninfa)
inmadurez,
retroceso,
encuentro con el caparazón invisible de lo infantil.
Has muerto.
Fantasma de lo que fuiste y del pasado que,
inútilmente,
persigues a través de proyectos
en el presente
que solamente te recuerdan
la sonrisa fingida
maquillaje particularmente odioso.
Has muerto.
Te compré un ataúd con dimensiones espaciales y especiales:
sencillo,
como tu perenne lucha por lo insostenible e insalvable.
Has muerto.
Señas particulares de tu podrida costumbre de felicidad artificial.
No renacerás
hasta el encuentro con el río que limita
a tu gran valle de muerte
con tu tierra fértil, buena y grata.
Fénix suicida.
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