El laicismo en el Ecuador es tan falso como el trabajo
arduo y sin descanso de los asambleístas nacionales. La independencia del ser
humano, la sociedad, y sobretodo del Estado, es tan real como los coachings
motivacionales de Lenín Moreno: dan pena. Laicismo vendría a significar aborto,
drogas y mariconería ilimitada para ciertos devotos de una religión que tiene
como máxima: AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. ¿Tiene algún privilegio el
cristianismo (entiéndase a personas e iglesias que siguen las enseñanzas de
Jesús) por sobre las demás creencias, que sí las hay, en el Ecuador? Pues...sí,
y mucha.
Las iglesias no pagan impuesto de renta, pero deben
pagar IVA por la venta de libros u objetos religiosos; tienen una participación
importantísima dentro de las decisiones políticas y sociales (como en
cuestiones educativas o sexuales y reproductivas) del país; se ven en la
necesidad de atacar a impíos creyendo que la ideología de género debería ser
reemplazada con el Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres o Manual de Carreño;
que la única forma adecuada de tener sexo es a través de la abstinencia; y que
permitir derechos como matrimonio civil igualitario, aborto legal y regulación
del uso y consumo del cannabis convertiría a esta nación, consagrada al Sagrado
Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María durante el gobierno de
Gabriel García Moreno, en una nueva Sodoma y Gomorra.
Los buenos hombres (sí, única y exclusivamente hombres)
cabezas de familia y de iglesia se permiten defender a la familia y decirle sí
a la vida cuando son quienes, estadísticamente hablando, violentan y cometen
crímenes atroces; son quienes, en su mayoría, no ejercen responsabilidades en
la crianza de los hijos luego de alguna ruptura amorosa y familiar; son quienes
piensan que el sexo es mejor y natural sin protección y que forzar un embarazo
y no hacerse cargo del mismo es algo “normal”; ya saben, todo sea para tener la
cabeza en alto y ser un buen macho alfa, lomo plateado, pelo en pecho.
La Asamblea Nacional está llena de puros viejos (61%)
y viejas curuchupas (39%), quienes representan a la perfección los grupos de
poder que controlan y dominan el país, quienes aún desean preservarlo en formol
conservador para dejarlo así, como figura rara de atracción de una nación “laica
y libre”.
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