La navidad comienza en octubre, casi una analogía burtonesca, pero sin ninguno de los elementos que compone su universo, aunque es el inicio de una auténtica pesadilla. Los árboles navideños empiezan hacer despliegue de su pomposa invasión, fastuosidad ingeniada para el comercio; bombillos multicolores y guirnaldas en oferta, por si acasito se deba hacer el gastito de tener guapo y listo al arbolito antes que cualquiera en el barrio, eso sí, para llamar más la atención...perdón...para celebrar con anticipación el espíritu navideño; unas muchísimas pocas luces navideñas que decoren y aviven el inicio de la conmemoración de quien, en algún pasaje muy olvidado de sus enseñanzas decía: "Si quieres ser perfecto (...) vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme". Y es que, oh, Jesusito mío, está bien jodido eso del desprendimiento material para celebrar con gran pompa la conmemoración de tu nacimiento, pero, despreocúpate.
En la calle Versalles, al lado del mercado de Santa Clara, existe una tienda departamental que recrea un gran pesebre humano en tu honor: la estrella de Belén deja de ser luz para convertirse en sonido, estrepitoso, que vomita ofertas de las tripas de un parlante: las buenas nuevas de tu venida; a falta de reyes magos, vagabundos galeados que, aunque anonadados por el sol, dormidos, tristes, olvidados, han venido a postrarse ante ti, ante la sagrada familia, es decir, San José, Santa María, el Espíritu Santo, y el Divino Niño, o como se diría ahora, familia natural o nuclear, o sea, papá, mamá, mascota, y guagua(s), pero, para este pesebre en particular, representado por las caseritas con sus hijitos, varios Niñitos Dios, varias Santa Marías (no hablo del supermercado), ningún San José y de las mascotas, pues, muchas palomas, aunque ninguna blanca, mirlos y perros callejeros; los bueyes, las ovejitas y los burros, son el gran ganado humano que circulan por las calles, regodeándose por tu sacrificio, oh, Jesús mío, pactado y sabido desde tu nacimiento.
Por cierto, los villancicos ahora tienen remixes, se modernizan, no me sorprendería escuchar a "El Tamborilero" a ritmo de reggaeton, trap o electrónica, ya saben: pop, pop, pop, pop, pop.
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