martes, 24 de octubre de 2017
Facsoniano #4
Sin reloj siento que el tiempo se apodera de mi lentamente y me pongo ansioso. ¿Serán las tres y media? Ya ha dejado de llover y el día está cubierto de grandes nubes grises, aunque el horizonte que dibujan las montañas aún es visible. Dentro del aula la temperatura es cálida debido a las luces halógenas de las lámparas y a la respiración de 19 personas que tratan de prestar atención a una exposición sobre Aníbal Quijano. Me gustaría que hablaran de Aníbal Quevedo y su locura, el fin último de la verdadera sanidad mental. Rodin estaría muy deprimido al saber que su escultura se replica en el tedio de los universitarios, no en un ejercicio mental de reflexividad de los mismos. Todos somos estatuas esperando a que alguna palomita o ave nos cague encima. Yo quisiera que me cague un cuervo, el tiempo, y transforme mi busto colonial con algo de su maquillaje, su mierda, como las geishas, que se maquillaban de blanco, o como un actor de kabuki; sería interesante estar en mi continua puesta en escena con una máscara distinta a la que llevo y a la que observo todos los días frente a los espejos: agua en charcos, celulares, reflejos en las ventanas de los buses durante las noches, vagabundos, pizarras: mis varios reflejos. Quito desde el noveno piso de la facso es un gran charco, y sólo quisiera que Wilson Manyoma le hiciera una salsa. ¿Ya serán las cuatro?
viernes, 20 de octubre de 2017
Navidad en octubre
La navidad comienza en octubre, casi una analogía burtonesca, pero sin ninguno de los elementos que compone su universo, aunque es el inicio de una auténtica pesadilla. Los árboles navideños empiezan hacer despliegue de su pomposa invasión, fastuosidad ingeniada para el comercio; bombillos multicolores y guirnaldas en oferta, por si acasito se deba hacer el gastito de tener guapo y listo al arbolito antes que cualquiera en el barrio, eso sí, para llamar más la atención...perdón...para celebrar con anticipación el espíritu navideño; unas muchísimas pocas luces navideñas que decoren y aviven el inicio de la conmemoración de quien, en algún pasaje muy olvidado de sus enseñanzas decía: "Si quieres ser perfecto (...) vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme". Y es que, oh, Jesusito mío, está bien jodido eso del desprendimiento material para celebrar con gran pompa la conmemoración de tu nacimiento, pero, despreocúpate.
En la calle Versalles, al lado del mercado de Santa Clara, existe una tienda departamental que recrea un gran pesebre humano en tu honor: la estrella de Belén deja de ser luz para convertirse en sonido, estrepitoso, que vomita ofertas de las tripas de un parlante: las buenas nuevas de tu venida; a falta de reyes magos, vagabundos galeados que, aunque anonadados por el sol, dormidos, tristes, olvidados, han venido a postrarse ante ti, ante la sagrada familia, es decir, San José, Santa María, el Espíritu Santo, y el Divino Niño, o como se diría ahora, familia natural o nuclear, o sea, papá, mamá, mascota, y guagua(s), pero, para este pesebre en particular, representado por las caseritas con sus hijitos, varios Niñitos Dios, varias Santa Marías (no hablo del supermercado), ningún San José y de las mascotas, pues, muchas palomas, aunque ninguna blanca, mirlos y perros callejeros; los bueyes, las ovejitas y los burros, son el gran ganado humano que circulan por las calles, regodeándose por tu sacrificio, oh, Jesús mío, pactado y sabido desde tu nacimiento.
Por cierto, los villancicos ahora tienen remixes, se modernizan, no me sorprendería escuchar a "El Tamborilero" a ritmo de reggaeton, trap o electrónica, ya saben: pop, pop, pop, pop, pop.
miércoles, 11 de octubre de 2017
Facsoniano #3
La biela no aminora las angustias, ni siquiera las ahoga, las nutre y las pone mucho más a flote cuando el corazón palpita en el estómago y las sienes. La marihuana es un olvido momentáneo. Estás tostado, ido,volado, flotando en la ineptitud de una nimia cuasi-felicidad, esperanzado en una negociación psique-alma-corazón, la cual se aturde como mariposa negra salida de la nada, caja de cartón de chucherías para universitarios, y vuela confundida en su libertad sin razón. La oficina, la "ofi", es un purgatorio lleno de basura, orina, vómito, gargajos, risas, colillas, llantos, fiesta, peleas, sentimentalismos, besos, abrazos, facso en estado puramente impuro.
sábado, 7 de octubre de 2017
Facsoniano #2
En Quito llueven agujas, pequeños alfileres que punzan luz, ropa, ánimo, quietud, que rasgan frío del aire en el que me encuentro, sentimiento popular, parqueadero, entrada norte, mirada a Artes, banca de madera probablemente mayor o igual a los años de fundación de la facultad con seguridad; claro, yo llevo exactamente 4 años aquí, y las bancas tienen el mismo esqueleto, torcido, del peor es nada, del asombro nostálgico, pero, siéntate, húndete, siéntete cómodo, en dos (bancas), poco número, al fin y al cabo, por suerte, no por cambio, por lo menos no se siente tan terrible, miti miti, como la facultad.
Facsoniano #1
Zapatos boquiabiertos beben agua mientras corren desesperados bajo la lluvia capitalina. Quito es un infierno mutante de veranos lluviosos e inviernos soleados, estaciones amalgamadas; uno no sabe si salir con el corazón abierto, destapado,o abrigado, acorazado. Fercho corría contracorriente, o sea, de abajo a arriba, desde la Av. Universitaria por la calle Bolivia. La cascada de la calle lo ahogaba desde las pantorrillas a los pies. Carajo, se gritaba mentalmente, maldita pobreza, maldita tristeza y jodido clima.
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