“Puta madre, hasta que por fin me dejaron tranquilo” decía, luego de escupir groseramente al suelo un gargajo cargado de saliva espesa y flema gris, el abogado Nelson Bass, quien salía furioso de su antiguo bufete acomodándose su leva púrpura y su corbata café de manera violenta. “A ver si como picadillos si califican como buffet” murmuraba mientras envainaba su machete, apresurado, para que la luz del día no reflejara su filo ensangrentado
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