Desde que tengo memoria, siempre he vivido en crisis.
Es algo substancial de todo ser humano vivir en un estado permanente de
insatisfacción el cual lo conduzca hacia su meta destinada, sea la que fuese;
sin embargo, no existe crisis más aguda y que aumente más los deseos de
inexistencia que las crisis económicas. Esto es algo de no extrañarse puesto que lo económico acarrea otros elementos importantes en la vida: estabilidad emocional
–con algo de ‘platita’ en el bolsillo, se está más tranquilo˗; estabilidad
existencial –se podrá estar ‘pateado’ sentimentalmente, pero con el estómago
lleno (aunque no de mariposas)-; estabilidad psicológica –‘chiro’, pero
sano-. Nuestra balanza personal se equilibra adecuadamente cuando el factor
económico se encuentra, aunque no excelente, pero, por lo menos, regular.
Ahora, según estadísticas del INEC hasta marzo de
2016, la población en edad de trabajar es de 11,5 millones de personas, de las
cuales 7,9 millones pertenecen a la población económicamente activa. 92,6% tiene
empleo (incluye a asalariados e independientes o freelance), lo cual quiere decir que el 7,4% de las personas, a
nivel urbano, no tienen empleo. Dentro de las personas con empleo, 48,6% de las
personas gozan de un empleo adecuado o pleno (bacán si se desea utilizar otro
sinónimo); 17,1% se encuentra en el subempleo (empleo de menor calidad sin
beneficios de ley); 21,1% tienen un empleo no pleno (no bacán); y 5,2% tienen
un empleo no remunerado (es decir, trabajas, pero como esclavo).
Actualmente la preocupación, dentro de la población
económicamente activa, es no poder formar parte del casi 50% de personas con un
empleo bacán, por lo que, por necesidad y algo más de ‘güita’, cruzan la línea
del ‘empleo bacán’ al ‘no tan bacán’, es decir, al subempleo. Subempleo
significa trabajar por tiempo no completo con una retribución (ganancia) por
debajo del mínimo. Aunque sea el mínimo, como dice una vieja frase popular,
“plata es plata”, y los jóvenes en la actualidad se han visto en la necesidad
de formar parte de las filas del subempleo a través de la comercialización de
productos. Usualmente esto se traduce en ventas de perfumes, cosméticos, ropa,
sánduches o comida en general, pero, ¿qué ocurre cuando lo que se comercializa
no es legal? ¿Qué pasa cuando la necesidad es más fuerte que la moral o la
ética? ¿Vale la pena correr el riesgo de vender marihuana por algo de dinero
extra? ¿Qué tan bueno es ser dealer?
No es algo nuevo saber que la universidad te abre las
puertas a un mundo distinto, al verdadero mundo, el cual está colmado de
ilegalidad, periferias y rarezas. Las drogas aún forman parte del estigma
social de la ilegalidad y la moralidad; la marihuana en particular ha tenido un
tratamiento distinto a otras drogas ‘fuertes’ debido a que ahora es parte de
los diferentes debates sobre su uso, ya sea medicinal o recreacional. En la
universidad, la marihuana es una de las drogas de preferencia entre los jóvenes
además de la cocaína, anfetaminas y heroína según un informe de la Policía Nacional
del Ecuador. Para poder obtener una quina -5 gramos- de marihuana, los
consumidores saben que deben de acudir a un dealer,
palabra en inglés para designar a un comerciante, repartidor, expendedor de
drogas. En el caso particular de la Facultad de Comunicación Social de la
Universidad Central del Ecuador, los dealers
son pocos, y son estudiantes.
Pregunté a tres estudiantes de la facultad,
consumidores de marihuana, sus opiniones sobre el ser dealer y el subempleo en base a las siguientes preguntas:
1.
¿Consideras
el ser dealer como un empleo?
2.
¿Piensas
que es una manera adecuada para ganar dinero?
3.
¿Conoces
de amigos dealers y sus razones para
serlo?
4.
¿Conoces
de dealers en la facultad?
5.
¿Sabes
cuánto gana un dealer al mes?
6.
¿Han
aumentado o disminuido el número de dealers
desde que estás en la universidad?
7.
¿Por
qué crees que la marihuana es la droga de preferencia en la facultad en lugar
de otras?
8.
¿Qué
cantidad de dinero destinas a la compra de marihuana?
9.
¿Crees
que perjudicas a la economía nacional a través del microtráfico?
Para proteger su identidad, se utilizarán otros
nombres.
Gato, 20 años:
No considero ser dealer
como un empleo, en lo personal. Es muy complicado en la situación actual en la
que vivimos el vender o expender hierba o cualquier droga. La hierba es como el
arroz: no debería faltar nunca. Así mismo como siembras dinero creyendo que se
te retribuirá, es igual con la hierba: se regala, se provee y se recibe así
mismo, entonces no le veo como una buena manera de lucrar. Tal vez en otra situación,
en otro sistema o sociedad en el que fuera legal, y más bien puedas crear esto
como un servicio para la gente que lo consume: hacer consciencia en el proceso.
Conozco a amigos dealers, y las
razones para serlo es porque se ve como un negocio, necesitan el dinero y,
sinceramente, es una manera muy fácil para hacerlo. Sí, conozco dealers de mi facultad que ganan al mes,
vendiendo todos los días de un mes, unos $500 más o menos. El número de dealers ha ido variando. Se mantiene
entre dos o tres y así se van turnando. La droga de preferencia es el alcohol,
pero, la marihuana te hace reproducir ideas, entablar comunicaciones y ver las
mejores maneras de hacerlo: establecer vínculos se te facilita mucho al fumar
weed. $5 a la semana, cada dos semanas, no compro más. No perjudico a la
economía porque a la final, el país cuenta con ese dinero.
Flaca, 22 años:
Creo que ser dealer
es considerado un empleo, no legalmente, pero cumple con todas las funciones de
un trabajo: ofrece un servicio y cumple las expectativas de los consumidores.
Trabajar de eso (dealer) es generar
dinero. Ganas dinero como cualquier persona. Tengo conocimiento de varios
amigos míos cercanos que han trabajado en eso. Las razones por lo que lo han
hecho, primero, la necesidad; segundo, es un negocio de dinero rápido. Llegas a
tener rangos altos, como de respeto, pero también hay gente que lo hace por
temporadas o por pura vanidad. Las universidades privadas son los dealers de los dealers porque ellos tienen más capital y pueden sacar más provecho
de eso. Depende de la clientela, también, para ganar, por lo mínimo, unos $500
mensuales. Una semana baja sería entre $80 y $100. En la facultad hay varios dealers, pero lo hacen por temporadas,
pero sí creo que ha habido una disminución por los guardias, bueno, no
disminuido pero sí tapiñado. Mensualmente estaría gastando unos $20 a $25 en
hierba. Es imposible perjudicar la economía nacional porque es una red, puede
ser la economía personal.
Negra, 22 años:
Pienso que sería un subempleo, así como un vendedor
ambulante o un vendedor informal. No sabría definir entre hacer dinero de buena
o mala manera. Bueno, se supone que de ‘mala manera’ sería robarle a la gente,
pero un dealer no le está robando a
la gente, le está vendiendo una mercancía, así como lo hace la tele, así como
lo hacen los centros comerciales, entonces, expende un producto, no te está
robando. Sí, sí he tenido amigos que han sido dealers y que son dealers,
conozco dealers en la facultad. No sé
cuanto gane el mes, pero yo cacho que de cada onza que compran, se pueden
guardar una quina para ellos. Ya son cinco dólares en cada onza y a veces los dealers compran hasta por libras. Cada
semana consumo una quina, al mes me parece serían $20.
En la actualidad existe una tolerancia cero con las
drogas. La Ley Orgánica de Prevención Integral de Drogas, aprobada el jueves 1
de septiembre de 2015, establece que los traficantes de pequeñas dosis (mínima
escala) reciban prisión preventiva y penas de entre uno a tres años de cárcel,
esto quiere decir que por tener hasta un simple cogollo de marihuana, ya se
puede ser un presunto microtraficante. Los casi $500 que puede reportar un dealer de marihuana al mes podrían ser de gran ayuda, aunque no representan una ganancia si se lo compara con la
libertad de vivir en paz. El riesgo es muy grande para tan poca ganancia,
¿quizás? El narcotraficante o las personas que existen alrededor de la cultura
de las drogas son seres trágicos. Desde un poeta yonki hasta un profesor de
química son figuras que alimentan la historia de poder sobre las drogas, la
cual está construida a base de dinero, juerga y peligro. No es de extrañarse
que un joven universitario (por lo general los dealers son hombres) con problemas de dinero opte por la “salida
fácil” y empiece en el microtráfico. Tampoco debería extrañarnos que, inmerso
en un mundo de dinero rápido, este joven continúe en ese “empleo”. La pregunta
de raíz no es el porqué se inicia en el microtráfico sino cómo. ¿Cuáles fueron
los factores determinantes para que un joven universitario prefiera dinero
rápido antes que disponibilidad de trabajo con horas remuneradas y con los
beneficios de ley? ¿Existe la oportunidad, una vez graduados, de obtener una
plaza laboral acorde a nuestras habilidades? Y de ser así, ¿nos pagarían lo
justo? Conozco a cuatro personas en la facultad que han sido dealers en alguna ocasión, y siempre les
pregunté lo mismo: ¿qué tan bueno es ser dealer?
La respuesta más interesante me la dio Luffy: “Conoces a full más gente. En
cana ya te llevas bien con todos, pero cuando sales, ya estás fichado para
siempre”.
Excelente publicación! PULGARES ARRIBA SIEMPRE PARA TUS POSTS!
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