miércoles, 28 de junio de 2017
Reflexión del cariño teatral
¿Por qué te quiero? ¿Será la finitud del encuentro cargado de novedad? Quizás sea el parpadeo perenne, el día veraniego lluvioso, gotitas/aguijones al compás del monólogo ensayado, el secreto íntimo/engaño colectivo, máscaras del goce, subsuelo del deseo, de los besos a escondidas, pasionales, calculados por el miedo, la sorpresa de ser vistos, señalados, transformados en chismes, runrunes, big brothers por doquier, y nosotros, esquivos, estratégicos, escurridizos, vueltos sombra de la sombra.
sábado, 24 de junio de 2017
Exiliado y víctima: la locuacidad del loco
¡Por eso es que me llaman
loco! y un día me desterraron; dentro de una oscura agenda, ¡de los pulgares me
colgaron!
Extracto de la canción Por esto es que me llaman loco (El loco)
Abdalá Bucaram Ortíz, ‘El Loco’, es reconocido dentro
de la historia política de nuestro país como un actor político muy ágil en la
verborragia (bocón). En 1986, su locuacidad lo llevó a estar en problemas con
‘El Capo’, León Febres Cordero Ribadeneira, quien era presidente del Ecuador
durante esa época, debido a expresiones lesivas contra las Fuerzas Armadas. Primero
una recapitulación de los acontecimientos que llevaron al Loco, una década
antes de que le colocaran la banda presidencial, a convertirse en víctima de
tortura y privación ilegal de la libertad, según el tercer tomo del Informe de
la Comisión de la Verdad publicado el año 2010.
En 1984, cuando Febres Cordero asumió la presidencia, designó
a Jaime Nebot como gobernador del Guayas mientras Bucaram era alcalde de
Guayaquil. El Capo (coreado así por sus amigos en uno de sus cumpleaños celebrado
en Carondelet) y el Chino (como le dicen los amigos a Nebot) nunca tuvieron una
buena relación política con el Loco; las rivalidades fueron constantes. El más
afectado fue El Loco. En 1985, en declaraciones para el Diario La Prensa en una
de sus visitas a Nueva York, Bucaram responsabilizó al gobierno por las muertes
de Nahim Isaías, ex gerente de Filanbanco; Merlín Arce, comandante de la
Policía Metropolitana de Guayaquil; y Germán Zambrano, diputado alterno del PRE:
todos amigos cercanos de Bucaram. De las Fuerzas Armadas dijo que solo sirven
para desfilar y por ese sólo hecho se llevan la mitad del presupuesto nacional,
además las acusó de estar al servicio de las clases oligárquicas, ¡qué ultraje!
Después de estas declaraciones, Bucaram fue
sentenciando por el Intendente de Policía del Guayas a 4 días de prisión acusado
de propagar rumores falsos; la personalidad del Estado, según las Fuerzas
Armadas, fue atentada, por lo que le interpusieron un juicio; y, para rematar,
la Contraloría lo acusó de pagos indebidos en el acarreamiento del cascajo. Era
la cárcel (la muerte) o el exilio para El Loco, además de ser destituido de la
alcaldía. La opción era obvia.
En noviembre de 1986, Abdalá Bucaram continuó en
calidad de asilado político en Panamá, y desde el día en el que el abogado
guayaquileño pisó suelo panameño, pasó a convertirse en objeto de observación e
investigación del Servicio de Inteligencia de ese país. Para el año de 1986 el
presidente de Panamá era el General Manuel Antonio Noriega, conocido por tener
conexiones con el Cartel de Medellín, comandado por Pablo Escobar. Febres
Cordero no dudó en hacer una llamada telefónica al dictador panameño para
hacerle saber de su interés en la situación de Bucaram en su país. Así lo
sostiene Evaristo Gómez González, inspector encargado de la investigación. En
su grupo se encontraban Jaime Anguísola, Luis Banda y Edilberto Agrazal Pérez,
agentes de la misión, además de Mike,
cubano de nombre desconocido quien les proporcionaba asistencia de equipos
electrónicos. Estos hombres se encargaron de la investigación secreta realizada
a Bucaram en Panamá para encontrar algún vínculo ilegal sobre las grandes sumas
de dinero que supuestamente Bucaram gastaba.
Según Evaristo Gómez, después de dos semanas de
investigación a Bucaram, el cubano se comunicó con sus superiores en Miami con
órdenes de abandonar la operación. Por otro lado, el 8 de noviembre de 1986 el capitán Luis
Quiel y el coronel Madriñan, por órdenes del general Noriega, le informaron que
el caso debía concluir. Madriñan habla al Departamento Nacional de
Investigaciones y manda a pedir un kilo de cocaína para un trabajo a realizar; envía
a Gómez y a su chofer a ver el paquete de cocaína y un instrumento para abrir
carros. El capitán Quiel le hace saber que usarán el instrumento y llama al
sargento Vallenato, quien sería su acompañante, pero que no sabría de su
misión: inculpar a Bucaram de posesión ilícita de drogas.
En palabras de Evaristo Gómez González, testimonio en
el Informe de la Comisión de la Verdad:
“Me puse de acuerdo a la hora que
nos encontraríamos cerca del cuartel y le dije que como a las 02:00 horas lo
recogería en el cuartel. Antes de ir a la misión me comuniqué con la vigilancia
electrónica para saber los planes de Bucaram, informándome que él mismo no
tenía planeado salir en la noche (…) me apersoné a los estacionamientos del
edificio y le comuniqué a mi acompañante que debía distraer al guardia de
seguridad y si era preciso chantajearlo para que no me molestara. Después de
unos minutos de intento logré abrir la puerta con el instrumento y coloqué el
paquete debajo del asiento del pasajero en la parte delantera y cerré el carro.”
El 9 de noviembre, Gómez se acercó a las oficinas de
Narcóticos a informar de la presencia de dos ciudadanos que, según el capitán
Quiel, habrían ingresado al país con cocaína. En horas de la mañana arribaron a
la residencia de Bucaram agentes de la Fuerza Especial Antinarcóticos de Panamá.
Según Abdalá “Dalo” Bucaram, ingresaron violentamente al domicilio mientras su
padre gritaba que lo habían cagado, que Febres Cordero le había metido droga.
La operación ejecutada por el Servicio de Inteligencia
panameño fue realizada para culpar a Bucaram de posesión de narcóticos en el
país. Desde su llegada al país, planearon la extorción contra Bucaram con la
ayuda del D.E.N.I (Departamento Nacional de Investigaciones) y el Departamento
Antinarcóticos Panameño, quienes apresaron a Bucaram en el Cuartel Modelo en el
que fue inquirido y torturado: quemaron su cuerpo con cigarrillo, lo colgaron
de los pulgares y testículos, quedando fichado como traficante de drogas, según
Jaime Anguísola. Elsa Bucaram, hermana de Abdalá y antigua alcaldesa de
Guayaquil, dijo que la prisión de Abdalá en Panamá era otra obra de León e inclusive
la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos se pronunció a favor de Abdalá.
Según una nota de prensa de la época, Bucaram pasó
preso durante treinta y ocho días, desde el 9 de octubre hasta el 17 de
noviembre. Recuperó su libertad después de pagar una fianza de cinco mil
balboas. El 26 de noviembre fue declarado inocente de posesión y tráfico
ilícito de cocaína.Ahora, dentro del Informe de la Comisión de la Verdad existe
un error: la fecha correcta en la que Bucaram fue capturado y en el que se
iniciaron las “vejaciones” contra su humanidad, fueron el 9 de octubre de 1986,
sin embargo, este dato es erróneo puesto a que, a pesar de que Bucaram halla
pasado más tiempo en el país, no fue sino hasta el 9 de noviembre, día en el
que capturaron a Bucaram, que las “torturas” iniciaron.
¿El Loco fue víctima? Sí, de su propia verborragia.
¿Narco o consumidor? Definitivamente no lo sabremos, pero en todo caso, fue una
buena maniobra política para mantenerlo en la boca de la opinión pública y la
prensa. El Loco y El Capo tuvieron una agitada relación política durante la
década de los ochenta, pero la venganza del Loco tuvo un sabor agridulce. Su
victoria contra Jaime Nebot, ojito derecho de León, en 1996, le dieron la
última palabra a su locura, a su locuacidad, pero, así como la alcaldía, la
presidencia fue un regalo muy efímero, a punta de rock n’ roll con Los
Iracundos y algo de guatita.
domingo, 11 de junio de 2017
Bar FACSO
Don Fabi, Julio Cortázar, Stanley Kubrick, Jack Nicholson, Antonio Gramsci, Robert De Niro y Simone de Beauvoir están en el bar de la FACSO/UCE hablando sobre comunicación. El primero en pronunciarse debido a la carga histórica de su representación -antropomorfización de la comunicación interna de una facultad en la que no existe tal, porque es casi un mito eso de que en la facultad de comunicación practican lo que conocen- es Fabián Uziña. "¿Ustedes creen en serio que los wambras de la facultad se van a sentir inspirados? Verán, no me mal entiendan, por favor. Yo mismo en muchas ocasiones mientras estoy en la biblioteca escucho las conversaciones que los estudiantes tienen...y preocupan" dijo Don Fabi mientras encendía un tabaco y le daba una larga pitada aún preguntándose cómo, hasta ahora, poquísimas y contadas veces había visto incidencia de estudiantes hacia estudiantes como creadores de alternativas comunicativas que hicieran realidad la fórmula teoría/práxis: aprender haciendo. Los textos de la copiadora parecerían ser sólo recipiente de polvo y no de dudas prácticas, diálogos. "¿Y porqué no se sentirían inspirados? Me imagino que al ser una facultad de comunicación, lo primordial, es nutrir a la mente de libros que construyan ideas transformadoras. Necesariamente se apoyan en la literatura para esto también, ¿no es así? Comunicador que no lee no existe, y aún más si hablamos de literatura" respondía Cortázar con su particular forma de arrastrar las erres, a lo francés, pero no por el lenguaje sino por un filtro causal de su propia boca. "Lo que precisan es un sentido fresco de propósito y afirmación" comentaba Kubrick mientras les mostraba su guión original para Inteligencia Artificial a Jack Nicholson y a Robert De Niro quienes, como niños, se maravillaban ante el asombro de lo nuevo y desconocido. "Su acción política es lo que refleja su praxis" decía Gramsci acomodando sus característicos lentes redondos. "Su sujeto colectivo, en este caso la facultad, debería ser una fuerza contra hegemónica que actúe desde la cultura para crear nuevos modelos de revolución". "Yo creo que aún desconocen su sensibilidad, es decir, el reconocimiento de sus límites para rebelarse contra ellos" le contestaba Simone de Beauvoir al periodista italiano. "Todo sujeto trasciende y se afirma a través de sus proyectos" concluyó la filósofa francesa.
martes, 6 de junio de 2017
La economía del dealer de marihuana
Desde que tengo memoria, siempre he vivido en crisis.
Es algo substancial de todo ser humano vivir en un estado permanente de
insatisfacción el cual lo conduzca hacia su meta destinada, sea la que fuese;
sin embargo, no existe crisis más aguda y que aumente más los deseos de
inexistencia que las crisis económicas. Esto es algo de no extrañarse puesto que lo económico acarrea otros elementos importantes en la vida: estabilidad emocional
–con algo de ‘platita’ en el bolsillo, se está más tranquilo˗; estabilidad
existencial –se podrá estar ‘pateado’ sentimentalmente, pero con el estómago
lleno (aunque no de mariposas)-; estabilidad psicológica –‘chiro’, pero
sano-. Nuestra balanza personal se equilibra adecuadamente cuando el factor
económico se encuentra, aunque no excelente, pero, por lo menos, regular.
Ahora, según estadísticas del INEC hasta marzo de
2016, la población en edad de trabajar es de 11,5 millones de personas, de las
cuales 7,9 millones pertenecen a la población económicamente activa. 92,6% tiene
empleo (incluye a asalariados e independientes o freelance), lo cual quiere decir que el 7,4% de las personas, a
nivel urbano, no tienen empleo. Dentro de las personas con empleo, 48,6% de las
personas gozan de un empleo adecuado o pleno (bacán si se desea utilizar otro
sinónimo); 17,1% se encuentra en el subempleo (empleo de menor calidad sin
beneficios de ley); 21,1% tienen un empleo no pleno (no bacán); y 5,2% tienen
un empleo no remunerado (es decir, trabajas, pero como esclavo).
Actualmente la preocupación, dentro de la población
económicamente activa, es no poder formar parte del casi 50% de personas con un
empleo bacán, por lo que, por necesidad y algo más de ‘güita’, cruzan la línea
del ‘empleo bacán’ al ‘no tan bacán’, es decir, al subempleo. Subempleo
significa trabajar por tiempo no completo con una retribución (ganancia) por
debajo del mínimo. Aunque sea el mínimo, como dice una vieja frase popular,
“plata es plata”, y los jóvenes en la actualidad se han visto en la necesidad
de formar parte de las filas del subempleo a través de la comercialización de
productos. Usualmente esto se traduce en ventas de perfumes, cosméticos, ropa,
sánduches o comida en general, pero, ¿qué ocurre cuando lo que se comercializa
no es legal? ¿Qué pasa cuando la necesidad es más fuerte que la moral o la
ética? ¿Vale la pena correr el riesgo de vender marihuana por algo de dinero
extra? ¿Qué tan bueno es ser dealer?
No es algo nuevo saber que la universidad te abre las
puertas a un mundo distinto, al verdadero mundo, el cual está colmado de
ilegalidad, periferias y rarezas. Las drogas aún forman parte del estigma
social de la ilegalidad y la moralidad; la marihuana en particular ha tenido un
tratamiento distinto a otras drogas ‘fuertes’ debido a que ahora es parte de
los diferentes debates sobre su uso, ya sea medicinal o recreacional. En la
universidad, la marihuana es una de las drogas de preferencia entre los jóvenes
además de la cocaína, anfetaminas y heroína según un informe de la Policía Nacional
del Ecuador. Para poder obtener una quina -5 gramos- de marihuana, los
consumidores saben que deben de acudir a un dealer,
palabra en inglés para designar a un comerciante, repartidor, expendedor de
drogas. En el caso particular de la Facultad de Comunicación Social de la
Universidad Central del Ecuador, los dealers
son pocos, y son estudiantes.
Pregunté a tres estudiantes de la facultad,
consumidores de marihuana, sus opiniones sobre el ser dealer y el subempleo en base a las siguientes preguntas:
1.
¿Consideras
el ser dealer como un empleo?
2.
¿Piensas
que es una manera adecuada para ganar dinero?
3.
¿Conoces
de amigos dealers y sus razones para
serlo?
4.
¿Conoces
de dealers en la facultad?
5.
¿Sabes
cuánto gana un dealer al mes?
6.
¿Han
aumentado o disminuido el número de dealers
desde que estás en la universidad?
7.
¿Por
qué crees que la marihuana es la droga de preferencia en la facultad en lugar
de otras?
8.
¿Qué
cantidad de dinero destinas a la compra de marihuana?
9.
¿Crees
que perjudicas a la economía nacional a través del microtráfico?
Para proteger su identidad, se utilizarán otros
nombres.
Gato, 20 años:
No considero ser dealer
como un empleo, en lo personal. Es muy complicado en la situación actual en la
que vivimos el vender o expender hierba o cualquier droga. La hierba es como el
arroz: no debería faltar nunca. Así mismo como siembras dinero creyendo que se
te retribuirá, es igual con la hierba: se regala, se provee y se recibe así
mismo, entonces no le veo como una buena manera de lucrar. Tal vez en otra situación,
en otro sistema o sociedad en el que fuera legal, y más bien puedas crear esto
como un servicio para la gente que lo consume: hacer consciencia en el proceso.
Conozco a amigos dealers, y las
razones para serlo es porque se ve como un negocio, necesitan el dinero y,
sinceramente, es una manera muy fácil para hacerlo. Sí, conozco dealers de mi facultad que ganan al mes,
vendiendo todos los días de un mes, unos $500 más o menos. El número de dealers ha ido variando. Se mantiene
entre dos o tres y así se van turnando. La droga de preferencia es el alcohol,
pero, la marihuana te hace reproducir ideas, entablar comunicaciones y ver las
mejores maneras de hacerlo: establecer vínculos se te facilita mucho al fumar
weed. $5 a la semana, cada dos semanas, no compro más. No perjudico a la
economía porque a la final, el país cuenta con ese dinero.
Flaca, 22 años:
Creo que ser dealer
es considerado un empleo, no legalmente, pero cumple con todas las funciones de
un trabajo: ofrece un servicio y cumple las expectativas de los consumidores.
Trabajar de eso (dealer) es generar
dinero. Ganas dinero como cualquier persona. Tengo conocimiento de varios
amigos míos cercanos que han trabajado en eso. Las razones por lo que lo han
hecho, primero, la necesidad; segundo, es un negocio de dinero rápido. Llegas a
tener rangos altos, como de respeto, pero también hay gente que lo hace por
temporadas o por pura vanidad. Las universidades privadas son los dealers de los dealers porque ellos tienen más capital y pueden sacar más provecho
de eso. Depende de la clientela, también, para ganar, por lo mínimo, unos $500
mensuales. Una semana baja sería entre $80 y $100. En la facultad hay varios dealers, pero lo hacen por temporadas,
pero sí creo que ha habido una disminución por los guardias, bueno, no
disminuido pero sí tapiñado. Mensualmente estaría gastando unos $20 a $25 en
hierba. Es imposible perjudicar la economía nacional porque es una red, puede
ser la economía personal.
Negra, 22 años:
Pienso que sería un subempleo, así como un vendedor
ambulante o un vendedor informal. No sabría definir entre hacer dinero de buena
o mala manera. Bueno, se supone que de ‘mala manera’ sería robarle a la gente,
pero un dealer no le está robando a
la gente, le está vendiendo una mercancía, así como lo hace la tele, así como
lo hacen los centros comerciales, entonces, expende un producto, no te está
robando. Sí, sí he tenido amigos que han sido dealers y que son dealers,
conozco dealers en la facultad. No sé
cuanto gane el mes, pero yo cacho que de cada onza que compran, se pueden
guardar una quina para ellos. Ya son cinco dólares en cada onza y a veces los dealers compran hasta por libras. Cada
semana consumo una quina, al mes me parece serían $20.
En la actualidad existe una tolerancia cero con las
drogas. La Ley Orgánica de Prevención Integral de Drogas, aprobada el jueves 1
de septiembre de 2015, establece que los traficantes de pequeñas dosis (mínima
escala) reciban prisión preventiva y penas de entre uno a tres años de cárcel,
esto quiere decir que por tener hasta un simple cogollo de marihuana, ya se
puede ser un presunto microtraficante. Los casi $500 que puede reportar un dealer de marihuana al mes podrían ser de gran ayuda, aunque no representan una ganancia si se lo compara con la
libertad de vivir en paz. El riesgo es muy grande para tan poca ganancia,
¿quizás? El narcotraficante o las personas que existen alrededor de la cultura
de las drogas son seres trágicos. Desde un poeta yonki hasta un profesor de
química son figuras que alimentan la historia de poder sobre las drogas, la
cual está construida a base de dinero, juerga y peligro. No es de extrañarse
que un joven universitario (por lo general los dealers son hombres) con problemas de dinero opte por la “salida
fácil” y empiece en el microtráfico. Tampoco debería extrañarnos que, inmerso
en un mundo de dinero rápido, este joven continúe en ese “empleo”. La pregunta
de raíz no es el porqué se inicia en el microtráfico sino cómo. ¿Cuáles fueron
los factores determinantes para que un joven universitario prefiera dinero
rápido antes que disponibilidad de trabajo con horas remuneradas y con los
beneficios de ley? ¿Existe la oportunidad, una vez graduados, de obtener una
plaza laboral acorde a nuestras habilidades? Y de ser así, ¿nos pagarían lo
justo? Conozco a cuatro personas en la facultad que han sido dealers en alguna ocasión, y siempre les
pregunté lo mismo: ¿qué tan bueno es ser dealer?
La respuesta más interesante me la dio Luffy: “Conoces a full más gente. En
cana ya te llevas bien con todos, pero cuando sales, ya estás fichado para
siempre”.
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