miércoles, 6 de mayo de 2020

Los tres Lenín


La idiotez es una enfermedad extraordinaria,
no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.
Voltaire
Dolor de espalda. Costillas apostadas contra su estómago. Sudoración de biela fría que lograría calmar su ansiedad de fogonazos fúricos de visiones dantescas y puteadas a aquellos que corrieron con sus piernas en el revólver. Enmudece. América ahora solo la recuerda como el último espasmo de unidad, de camino recorrido, de sueño roto. Enloqueció. Escondió su odio y se refugió en la risa muerta, en el mal humor, en la motivación de aquellos que, al cambiar de perspectiva, solo pueden imaginarse qué tan miserables pueden volver a los demás: escondió en su supuesto positivismo toda la cabreadera de la venganza que nunca pudo obtener. Se convirtió en héroe junto a su sombra perpetua: la de los grandes ojos verdes, una cosa del pantano asquerosamente atractiva en su inmundicia radioactiva. Se volvió el sidekick conciliador de aquellos que solo veían en él a una figura noble, hasta tierna, falta de amenaza o de planes maquiavélicos. Guardaría en su corazón su único yo real hasta otro múltiplo de tres que le diera la señal para trastornarse, negarse y afirmarse. 24 de mayo. Convertiría a ese 3 de enero en 3 personajes, a lo Peter Sellers: sería capitán, presidente y madman confiable, cómico.  Deliraba. Ahora solo él sería el receptor del único código capaz de detener cualquier inminente catástrofe, solo él podría dirigir el destino al borde de la extinción, solo él podrá ser el nazi reconvertido a ciudadano de ensueño que imagina una nueva y más perfecta generación de ecuatorianos. Dolor de espalda. Costillas apostadas contra su estómago. Sonrisa amplia. Abrazo de momia. Renació en el poder, en la constitución. Venganza y odios consumados en solo tres años.

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