Dios ha muerto de frío esta tarde...
David Ledesma Vásquez
El desliz de la corbata amarilla en mi cuello durante el 29 de marzo conservaba el temple de un suicidio anticipado. ¿Es que siempre debe uno permanecer en la zozobra del tiempo, náufrago, a espaldas de la benevolencia? Todo mi cuerpo es roca mojada de cascada ascendente. Únicamente pueblo el cielo, fugazmente; bala perdida. pérdida de puntería, azar de diana en el corazón punzada por un dardo cartilaginoso, agua poluta que corre e hincha las venas como ciempiés atestado de pequeños parásitos soberbios. Quienes me quieren transitan por mi angustia como Reina del Camino, y se estrellan por fallas técnicas: hastío, somnolencia, y su seguro de vida no es más que una coima para la muerte, que vela, vuela, sombra perpetua del hacinamiento existencial, de besos pútridos e indecorosos, insufrible parca que tensa el hilo para cortarlo sin precauciones o avisos. El día vendrá en el que pueda llover sin acidez, en los remansos de los párpados, en las agujas que punzan el aire...Soy el pasto sin segar de la Oficina que aún esconde basura, descuido y vómito. ¿Acaso los serafines son dientes de león? ¿Existirá un rincón en el mundo alejado de la mano de dios? Soy un lophiiforme, en el abismo se enciende mi luz.
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