sábado, 22 de julio de 2017

En busca del futuro

Una de las facultades primarias que tiene nuestra imaginación es la de ser un caos creador; de ella nacen las historias que componen nuestra realidad para transformarla en distintas interpretaciones, lo que llamamos subjetividad, sentimientos individuales. Su más grande potencial se muestra al momento de imaginar finales desastrosamente esperanzadores. El miedo a lo desconocido potenciado por los avances científicos -acercamiento a la búsqueda de la divinidad- por su paso sobre el planeta convierte al ser humano en un despojo de vida tiránica y brutal, con el único objetivo de obtener poder en todos los sitios y en ninguno, de hacer su voluntad -hágase su voluntad en la tierra como en el cielo como rezaría, literalmente, un muy popular mantra- sin embargo, a pesar de su despersonalización, extrañeza psíquica, logra guardar parte de esa locura en lo anormal definido por el mismo poder en lo socialmente inadmisible, llámese rebeldía, esperanza, unión, amor.

El arte en sus distintas variantes recrea las visiones del ser humano sobre su fin, debido a que su realidad, el sentipensar, profetiza futuros. El cine, verdad 24 veces por segundo, ha conseguido transmitir muchos de esos apocalipsis o revelaciones inspirados por el tiempo en el cual el ser creador se encuentra, imposibilidad de hallar un absoluto. Al componernos de finitud es normal nuestro miedo a lo improbable, al futuro; es sólo cuando lo tenemos cerca de nosotros como realidad plausible, aprobada, real, que nuestra imaginación magnifica las distintas posibilidades de final, de auto eliminación, de muerte.

Desde principios del siglo XX, el apocalipsis encontraba su génesis profética en gobiernos o corporaciones –sinónimos si lo pensamos bien en realidad- quienes controlan cada aspecto de la vida de sus pobladores, para progreso de la humanidad -discurso eufemístico de eterna valía- en beneficio de quienes rigen el devenir del futuro de la población a favor de sus intereses. En estas distopías -sociedades ficticias indeseables, no-lugares- el gobierno o corporación recurre a la tecnología, potenciada por los medios de masas, para el control y vigilancia totalitario de su población, siempre en busca de la homogenización de la vida.

En la década de los ochenta, el cine vio reflejado el inminente miedo humano a su auto aniquilación desde la cultura. Los videojuegos, la moda y el crecimiento exponencial de los medios de comunicación, particularmente de la televisión, serían los componentes primarios para el cine distópico de temática futurista y post-apocalíptica mayoritariamente orwelliana adaptado a su siglo consecuente, el siglo XXI. Varios son los ejemplos en los que el futuro para el siglo XXI resulta una visión totalitaria en el que la vida es sobrevivencia brutal aunque esperanzadora.

La página web https://www.whatismymovie.com es un motor de búsqueda que nos permite, a través de palabras clave, descubrir películas que muy probablemente hayamos olvidado o que deseamos recordar a través de la descripción a partir de nuestras propias palabras como elementos de búsqueda. Al poner en su barra de búsqueda las palabras ‘dystopia, ‘80’s’, ‘videogames’, ‘virtual reality’ son 10 las películas que sobresalen como justos representantes de cine distópico. Para evitar arruinar la sorpresa del encuentro con futuros inciertos, me limitaré a listar las que, en lo personal, considero sus diez mejores exponentes, en orden cronológico:

1.      Mad Max 2: The Road Warrior de George Miller (1981)
2.      Blade Runner de Ridley Scott (1982)
3.      Tron de Steven Lisberger (1982)
4.      Videodrome de David Cronenberg (1983)
5.      The Terminator de James Cameron (1984)
6.      The Element of Crime de Lars Von Trier (1984)
7.      Brazil de Terry Gilliam (1985)
8.      Mad Max: Beyond Thunderdome de George Miller (1985)
9.      Robocop de Paul Verhoeven (1987)
10.  Akira de Katsuhiro Otomo (1988)

Advertencia: los no-lugares que son representados en las películas pueden o no ajustarse a nuestra realidad contemporánea sin ser necesariamente profecías de nuestro ya incierto futuro.


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