Todos hemos
perdido. Todos hemos llegado al hastío. Todos, absolutamente todos, hemos
llegado a creer que política es sinónimo de opinión emocional sin filtro
racional o, por lo menos, con algún fundamento concreto. Ganó Lenín Moreno,
fraude. Si ganaba Guillermo Lasso, fraude también. El descontento se encuentra
enraizado en la memoria ecuatoriana debido a que, históricamente, nunca nos
hemos creído capaces de confiar en nosotros mismos ni en nuestras decisiones y
acciones.
Siempre
delegamos el trabajo de nuestro bienestar a terceros supuestamente preparados
para enrumbarnos por el “buen camino” y los resultados han sido nefastos. Sólo
en los 40 años de supuesta democracia en el país fuimos desaparecidos, robados,
separados, engañados. Somos presos de nuestras propias decisiones y siempre
tratamos de buscar una salida fácil para nuestros errores: echar la culpa al
otro.
En nuestra
época, 2017, siglo XXI, las nuevas herramientas de construcción de prejuicios y
odios son las redes sociales. La inmediatez del acontecimiento nos ha llevado a
ser generadores de opinión, donde sea que estemos, pero, al generar opinión
(como lo hago yo ahora que estoy escribiendo) también deberíamos estar
expuestos, internamente, a varios filtros: ¿lo que expongo construye
conocimiento o lo altera y lo tergiversa?, ¿presento información o simplemente
exhibo mis emociones?, ¿soy una ventana abierta al debate o un muro de
prejuicios?
A nuestro
diccionario personal se sumaron las palabras fraude y democracia a manera de
ambigüedad complementaria e indivisible; polarización como proceso natural de
reestructuración política; paz antónimo de sí misma; vigilia eufemismo de
disturbio; voto, crimen y castigo.
¿Por qué somos
suicidas políticos? Porque nos encontramos solos, irónicamente separados a
pesar de la gran red que nos une, con frecuencia estamos tratando de alejarnos
de situaciones que nos parecen imposibles de manejar, tratamos de encontrar
alivio a nuestro agobiante presente desfogando y exhibiendo lo “mejor” de
nosotros a través de las redes sociales: nuestro gran factor de riesgo es saber
que nuestros familiares y amigos también han cometido suicidio electoral. ¿Cómo
prevenirlo? Nunca ignorar una amenaza o intento de suicidio, como la de hoy y
la que acaban de leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario